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ML en la banca de LATAM permite innovar sin perder confianza

El aprendizaje automático se ha convertido en un pilar tecnológico para la banca moderna. Desde personalizar servicios, hasta detectar fraudes, sus aplicaciones están transformando la manera en que las instituciones operan en América Latina.

El aprendizaje automático (machine learning) se ha convertido en uno de los pilares tecnológicos de la banca moderna. Desde la personalización de servicios, hasta la detección temprana de fraudes, sus aplicaciones están transformando la manera en que las instituciones financieras operan e interactúan con los clientes. Según Fortune Business Insights, se espera que este mercado alcance los 309,68 mil millones de dólares en 2032, con una tasa de crecimiento anual del 30,5 %, lo que refleja la magnitud de la transformación en curso.

Sin embargo, su implementación enfrenta desafíos que van más allá de la tecnología: cultura organizacional, regulación, seguridad e infraestructura de datos. En Latinoamérica, donde la digitalización financiera avanza a ritmos desiguales, estas barreras se hacen más evidentes.

El ML (por sus siglas en inglés) requiere datos conectados, accesibles y confiables. De acuerdo con Prometeo, fintech especializada en infraestructura tecnológica, la fragmentación de los sistemas financieros en la región es un cuello de botella para su óptimo aprovechamiento.

Roberto Gaudelli, director comercial de Prometeo, señala que “el machine learning es tan poderoso como los datos a los que tiene acceso, los cuales deben ser precisos, actualizados y conectados para tener respuestas valiosas. En Latinoamérica, la realidad es que esa conexión aún no existe, y aún operamos con una infraestructura financiera fragmentada: cada país opera con sus propios sistemas y regulaciones, sin estándares comunes que permitan la interoperabilidad”.

Este rezago significa que, incluso modelos avanzados de inteligencia artificial, capaces de iniciar pagos o validar cuentas, muchas veces no logran ejecutarse porque los sistemas no “hablan el mismo idioma”.

“Se requiere sistemas conectados, APIs abiertas, protocolos comunes y coordinación regulatoria para operar sin fricciones. Y el tiempo corre: el tráfico de robots en internet ya supera al humano y la próxima ola digital dependerá de agentes interactuando directamente con plataformas financieras. Si la región no resuelve la conectividad y estandarización ahora, podría quedar rezagada frente a economías que ya corren sobre infraestructuras digitales más maduras”, añade Gaudelli.

ML también requiere una transformación cultural

Internamente, las instituciones financieras se enfrentan a cómo adaptarse para aprovechar estas tecnologías. No basta con contar con sistemas conectados; las organizaciones deben también transformar su cultura interna y sus procesos de gestión para escalar el uso del aprendizaje automático más allá de las pruebas piloto.

“El aprendizaje automático y la IA generativa no solo plantean retos técnicos; su adopción exige una transformación organizacional completa. El principal obstáculo es la combinación de cultura, gestión del cambio y capacidad de integración. Para pasar de prototipos a productos a escala, las instituciones deben incorporar procesos ágiles; derribar silos entre productos, TI y servicio al cliente; y trabajar sobre una base de datos limpia, segura y alineada con la regulación”, explica Cristian Sánchez, vicepresidente de ventas para Latinoamérica en Temenos.

La oportunidad es enorme: implementado correctamente, el ML puede reducir drásticamente el time-to-market y optimizar el ciclo de diseño, prueba y lanzamiento de productos. “La clave está en equilibrar velocidad e innovación con gobernanza: acelerar sin controles deja exposiciones regulatorias y operativas; no acelerar, deja a la banca tradicional atrás frente a fintechs y neobancos que ya operan con ciclos de semanas”, añade Sánchez.

El fraude en la mira

Sin embargo, la digitalización masiva también trae nuevos riesgos. La última ola de fraude digital ha demostrado que las reglas estáticas no son suficientes, pues los criminales han encontrado en la inteligencia artificial (IA) un aliado para sofisticar sus ataques. De hecho, el fraude digital, y en particular el authorized push payment fraud (APPF), representa ya el 75 % de las estafas bancarias en línea a nivel global, con pérdidas proyectadas en más de 5.250 millones de dólares para 2026, según FinTech Global.

De acuerdo con Lynx Tech, los delincuentes aprovechan la IA para generar identidades sintéticas, perfeccionar técnicas de ingeniería social y probar vulnerabilidades en tiempo real. “Este dinamismo hace que los enfoques tradicionales, basados únicamente en reglas predefinidas o modelos estáticos, resulten insuficientes. Son demasiado rígidos frente a un entorno en constante cambio”, afirma Alyssa Iyer, directora de Producto para prevención de lavado de dinero (AML) de la compañía de lucha contra el fraude y el crimen financiero con IA.

Aquí el ML marca la diferencia. Al entrenar modelos con historiales transaccionales y actualizarse de manera continua, las instituciones pueden detectar patrones sospechosos en milisegundos, reduciendo falsos positivos y protegiendo la experiencia del cliente.

Iyer enfatiza: “Un modelo que no se actualiza, pierde efectividad rápidamente, porque los patrones de fraude cambian con frecuencia. Por eso, las instituciones financieras necesitan sistemas que no solo aprendan de datos históricos, sino que se reentrenen continuamente, idealmente de manera diaria, para mantenerse al nivel de las nuevas tácticas criminales”.

La unión de interoperabilidad, infraestructura ágil y seguridad robusta marca el rumbo del ecosistema financiero latinoamericano. Además de ampliar la inclusión financiera, las fintech también están enseñando a la banca tradicional que la innovación sostenida requiere colaboración. Pero, en términos de tecnología, la apuesta por aprovechar las ventajas del uso del aprendizaje automático y la IA permitirán lograr que la experiencia digital sea tan confiable y transparente como la relación presencial que antes definía la confianza bancaria.

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