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Un modelo de continuidad mejora la resiliencia de la cadena de suministro

Las empresas aún no cuentan con controles adecuados en sus cadenas de suministro y siguen usando herramientas básicas como Excel para manejar sus cadenas de suministro, encontró un reciente reporte de SGS.

La pandemia proporcionó una lección de buenas prácticas en materia de resiliencia de la cadena de suministro. El compromiso de la dirección en las empresas con la gestión de esta área ha alcanzado un nivel sin precedentes. Sin embargo, según el “BCI Supply Chain Resilience Report”, patrocinado por la empresa de inspecciones y certificaciones SGS, aún queda trabajo por hacer.

El informe muestra que muchas organizaciones siguen sin realizar planes básicos de continuidad del negocio y no evalúan la resistencia de sus proveedores más importantes, además de que siguen guardando los análisis de los datos sobre posibles interrupciones en hojas de cálculo que no se comparten con toda la compañía, por lo que no existe total visibilidad.

En ese contexto, el reporte de SGS revela algunas de las principales tendencias globales para las cadenas de suministro:

  1. La capacidad de recuperación se ha reforzado en los dos últimos años: Las organizaciones informaron de mejores niveles de resiliencia de la cadena de suministro que antes de la pandemia. “Sin embargo, hay que trabajar para mantener lo aprendido y garantizar un apoyo continuado de la dirección a la gestión de la cadena de suministro”, resalta el documento.
  2. La adopción de tecnología es baja: Las compañías siguen utilizando herramientas tradicionales como las hojas de cálculo de Excel, pero poco a poco están invirtiendo en software dedicado a la gestión de la continuidad, eventos medioambientales y cambios geopolíticos.
  3. El compromiso de la alta dirección ha aumentado: Sin embargo, el reporte explica que esta tendencia puede no ser suficiente para contrarrestar la desconexión general entre los altos niveles de interrupciones y el bajo nivel de adopción de prácticas de continuidad de negocio en las cadenas de suministro. Muchas organizaciones introdujeron cambios positivos en los últimos años, pero los profesionales deben garantizar que se mantenga esta atención mediante la promoción periódica de buenas prácticas, la presentación de normas de gestión y estudios especializados.
  4. Los niveles de interrupción son significativamente inferiores a los de hace tres años, pero siguen siendo el doble que antes de la pandemia.
  5. Hay una falta de controles en la cadena de suministro: Esto también aplica a los proveedores clave, que a menudo no están sujetos a requisitos básicos de continuidad de negocio. Es importante introducir controles en la fase de adquisición de las negociaciones contractuales. Además, una relación más estrecha con los proveedores puede ayudar a determinar hasta qué punto son óptimos los acuerdos y hacer los cambios pertinentes.
  6. Los ciberataques son la sexta causa principal de interrupciones en los últimos 12 meses, pero son la principal preocupación en los próximos cinco años: Las empresas están enfocadas en resolver retos como la pérdida de talento o en mejorar el bienestar de los colaboradores. Sin embargo, los sucesos relacionados con la ciberseguridad, el clima y la escasez de energía han empezado a ser desafíos importantes para considerar a largo plazo.

Se requiere preparación para el futuro

El reporte explica que, para adelantarse a posibles eventos, como una recesión mundial que afecte negativamente a las cadenas de suministro (dando paso a mayores riesgos y presupuestos más ajustados), es clave que las empresas evalúen servicios que abarquen desde el cumplimiento normativo, la gestión medioambiental y de calidad, hasta el refuerzo en la seguridad de la información y la gobernanza. Por ejemplo, la implantación de un sistema de gestión de la continuidad del negocio (BCMS, por sus siglas en inglés) para ayudar a comprender los procesos empresariales críticos y el impacto de las interrupciones.

Además, SGS recomendó la obtención de la certificación ISO 22301 y una mayor inversión en formación para mejorar la resiliencia de las organizaciones al reforzar los procesos de capacidad de recuperación.

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