Somos pocos… ¿debemos elegir el camino más corto?

La brecha de talento que existe actualmente en la industria de TI puede irse acortando con iniciativas de capacitación, pues el «robo» de empleados no contribuye a resolver este problema, dice everis.

Hace algún tiempo se instaló la idea, en la comunidad relacionada con la tecnología de la información, de que la demanda de trabajo en el sector supera holgadamente la oferta disponible. Esta situación se verifica no solo en lo local, sino también a nivel global. Se escuchan frases como «en TI, el desempleo es casi nulo», algo que no deja de ser una paradoja en un país con niveles de desempleo de casi el 13 % y de empleo informal creciendo en forma exponencial día tras día en los últimos 4 años.

Es un dilema de difícil resolución, casi tanto como una ecuación de tres términos: Por un lado, la demanda concreta de profesionales con cierto nivel de experiencia (acerca de esa cualidad se hará luego alguna referencia); por otro lado, el universo acotado de recursos disponibles, es decir, la oferta; por último, y tal vez en donde haya que buscar la clave para poder resolver este acertijo, el famoso ecosistema donde oferta y demanda se desarrollan.

Los dos primeros términos de la ecuación a que se hace referencia (oferta y demanda), para los efectos del presente análisis, se consideran dados e inmodificables por parte de los actores: la dinámica actual de los negocios, la necesidad que tienen las empresas de diferenciarse para ser competitivas, la importancia clave que tiene la información certera y oportuna al momento de tomar decisiones, tanto para el sector privado como para el gobierno, configuran factores que hacen crecer de forma sostenida la demanda relacionada con la implementación de proyectos de tecnología (desarrollo de aplicaciones, transformación digital, robótica, realidad virtual, realidad aumentada, internet de las cosas, etc.). Consecuentemente, crece la demanda por recursos humanos que puedan llevar adelante tales proyectos.

Del otro lado, la poca predisposición de los jóvenes a embarcarse en carreras universitarias largas (hoy se buscan –y todos piensan que los pueden encontrar– caminos muy cortos para lograr el éxito), la escasa seducción que rodea a las disciplinas técnicas (en una realidad en dónde todo, o casi todo, es efímero, donde todo es imagen, exposición y aprobación por parte de los demás), la desactualización de contenidos que proponen hoy la mayoría de los currículos universitarios en carreras afines a la tecnología (es útil como descargo reconocer que la velocidad con que ésta evoluciona es difícil de acompañar) entre otros factores, logran que la oferta de profesionales calificados sea escasa.

Si bien es un término que está muy referenciado en el último tiempo, casi con seguridad «ecosistema» es lo que mejor define en este caso al entramado de participantes y relaciones que agregan a este modelo la complejidad que lo está caracterizando. Es el lugar en donde todas las partes deben enfocarse para encontrar una solución satisfactoria a este desafío. Esas partes referidas son las empresas, tanto privadas como públicas, que requieren servicios de los profesionales de TI. Son también las empresas que proveen servicios relacionados con proyectos de tecnología: consultoras, desarrolladoras de aplicaciones, implementadoras de proyectos, integradoras de soluciones, etc. Pero también forman parte del ecosistema las universidades, el gobierno y sus incentivos/regulaciones para con el sector, e incluso los medios de comunicación. De la coherencia en la gestión de cada una de las partes involucradas dependerá el éxito en la solución.

Para muchas de las empresas proveedoras de servicios como los descritos resulta mucho más fácil, más atractivo (y más barato) tomar el camino más corto: seducir a recursos humanos de su competencia (competencia que muy probablemente invirtió en su formación) en lugar de apostar a la capacitación y desarrollo de profesionales recién egresados o estudiantes avanzados de carreras universitarias afines. Este tipo de prácticas resiente a todo el ecosistema, dado que un emprendimiento local no puede competir contra salarios y beneficios de una compañía multinacional, además de que se produce una distorsión irreparable en las estructuras salariales.

Los empleadores debieran proponerse resistir a la tentación de captar talentos bajo esta estrategia, y modelar un mejor y más sostenible modelo de crecimiento basado en invertir en entrenamiento, capacitación y especialización de nuevos ingresos al mercado laboral. Solo de esa forma será posible ampliar la base de profesionales, siendo ese el más claro indicador de crecimiento sostenido de la actividad.

Las empresas privadas deberían acompañar esta forma de crecimiento, aceptando equipos de proyectos en forma de pirámide: permitir que la parte más operativa del equipo esté conformada por recursos humanos en formación, consecuentemente más económicos, y de esa forma contribuir a la buena salud del ecosistema.

Por su parte, el gobierno debería apoyar desde las políticas públicas para que empresas del rubro puedan seguir creciendo, brindando incentivos y también regulaciones que sean iguales y sobre todo coherentes para todas. Y las universidades, a su vez, deberían incluir en el currículo de sus carreras contenidos que vayan de la mano de las nuevas exigencias que la tecnología plantea y a la vez proponer esquemas de enseñanza novedosos, adaptados a las nuevas tendencias que globalmente están desarrollándose y que, gracias a la tecnología, es posible replicar sin los retrasos de antaño.

Llevar a la práctica esta propuesta es un desafío mayor. Sin embargo, y probablemente como nunca antes, el momento para debatir y sentar las bases de crecimiento de la actividad en forma sostenida y coherente parece estar llegando y debería ser aprovechado.

Sobre el autor: Juan José Sobrino es gerente general en everis Argentina.

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